Caridad Botella | DECHADO
Desde los primeros restos arqueológicos de tejidos bordados hallados en distintas partes del mundo, encontramos que el bordado se empleó para decorar y enriquecer telas de carácter ritual, para intervenirlas con ilustraciones de carácter narrativo correspondientes a escenas religiosas o culturalmente relevantes, o simplemente para ornamentar atuendos, entre otros usos. A pesar de que el bordado está asociado a las labores domésticas de la mujer, históricamente se sabe que los hombres también hicieron parte de la tradición y los talleres de bordado.
Desde la modernidad temprana, el bordado ha sido considerado como una práctica propia del mundo femenino, aquello en lo que la mujer debía ser educada para sentirse plena, ser hacendosa, y cumplir con su deber femenino. Una de las labores que las niñas debían completar en su proceso de formación era el dechado, una tarea iniciática del hilo y la aguja, muestrario de la práctica pero también de las virtudes femeninas y de la perfección. En el dechado se practicaban las puntadas al tiempo que se construían composiciones de distinta índole: un abecedario con ilustraciones, un texto de devoción u otras imágenes relacionadas con la vida y el contexto. Los dechados eran firmados y fechados por sus autoras y son, hoy en día, parte del patrimonio cultural material que habla de la educación femenina. Observamos lo doméstico pero también lo histórico de los estilos, las imágenes. Los dechados hablan individualmente pero también invitan a identificar asuntos más amplios, colectivos y generales.
También desde la modernidad la práctica de bordar ha sido a su vez criticada tanto por hombres como por mujeres (especialmente aquellas que deseaban distanciarse de los deberes femeninos y tener un estilo de vida más cercano al masculino, con libertad de movimiento y de pensamiento) por considerarse vano, superficial, puramente manual, poco intelectual, entre otros. En realidad el bordado ha sido un acto para resistir, para generar placer, para delimitar un tiempo a solas, para habitar un espacio propio y para ser una forma de expresión personal de aquellas mujeres que asumían la labor con gusto y no con resignación. Cualquier persona dedicada a bordar es heredera de una tradición, de una historia que define su práctica con respecto a todos los pareceres que sobre el bordado se han manifestado. Con el paso del tiempo bordar se ha configurado como una actividad periférica. Desde inicios del s. XX y particularmente en la contemporaneidad, lo periférico ha saltado, indiscutiblemente, a las prácticas artísticas.
La exposición DECHADO comparte los trabajos de un grupo variado de artistas que hacen uso del bordado como parte de su proceso, ya sea constante u ocasionalmente, contribuyendo a la construcción de un lenguaje artístico que permite reflexionar alrededor de la práctica misma del bordado contemporáneo como acto de resistencia y de expresión que oscila entre lo gestual, lo manual, lo íntimo, lo social y lo tecnológico. Cada uno de los artistas participantes contribuye a plantear un uso del bordado que conduce a distintos conceptos, como el poder chamánico de la aguja, la construcción de las identidades femenina y masculina, el trabajo colectivo, la naturaleza, el poder conductor de los hilos o la búsqueda de soportes no tradicionales dentro de la práctica artística misma. Teniendo en cuenta la variedad misma de las obras y el carácter antológico de la curaduría, esta muestra constituye un punto de partida a partir del cual podremos identificar tendencias, temas y formas de expresión; de ese modo, DECHADO alude a los muestrarios elaborados en las labores del hilo y la aguja.
El bordado, como una forma de dibujo en cámara lenta, permite afrontar las superficies en un tiempo pausado que poco a poco va sumando capas de narrativa sobre las obras, imprimiendo una huella de contingencia y subjetividad particular a esta forma de expresión.
Esta curaduría adquiere relevancia en el contexto artístico y académico actual al aportar al debate artístico desde los estudios de género, los estudios culturales y los nuevos feminismos (Blanca 2014, 19-31), y al abordar una realidad artística local que a su vez refleja una tendencia internacional, como es posible evidenciar en Del hilo a la aguja: arte bordado contemporáneo (Vannier 2019).
Caridad Botella
Curadora
Inauguración: Miércoles 20 de abril de 2022, 19:00.
Clausura: Sábado 28 de mayo de 2022.
Lugar: Casa Hoffmann | www.casa-hoffmann.com
Dirección: Cra. 2A #70 – 25
Artistas: Alejandra Fernández, Ana Isabel Diez Zuluaga, Raúl Marroquín, Carmenza Estrada, Carmenza Kafarela, Chirrete Golden, Dijane, Gloria Herazo, Indira Gizé, Iván Cano Mejía, Iván Navarro, Jorge Barco, Lady Bionika, Laura Renée Maier, Manel Quintana, Margaret Mariño, Maria Camila Sanjinés, Natalia Behaine, Natalia Manzo, Nicole Mazza, Ramón Laserna, Seminario El Costurero, Tatiana Castillo.
Licenciada en Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid. Magister en Museología de Reinwardt Academy, Amsterdam y en Estudios Fílmicos – Universiteit van Amsterdam. En el pasado trabajó en la casa de subastas Sotheby’s de Ámsterdam como asistente del departamento de logística y de pintura del s. XIX. También fue directora de la galería Witzenhausen de Ámsterdam. Actualmente es curadora de SINFONÍA TRÓPICO, una plataforma científico-artística con énfasis educativo, que gira en torno a la pérdida de biodiversidad, la deforestación y el cambio climático en Colombia. De 2016 a 2020 trabajó como Responsable del Proyecto Educativo de NC-arte (Fundación Neme). Ha formado parte del comité de selección de Spotlight de la feria Barcú (2015-2019). Sigue realizando curadurías independientes y colabora escribiendo artículos y reseñas de exposiciones para publicaciones como ARTNEXUS. Desde finales del 2019 cayó atrapada en las redes del bordado y desde enero de 2022 estudia el programa técnico laboral de bordado en la Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo.