Santiago Rueda | SOMA

SOMA

BRILLO BLANCO PLATEADO

Las fotografías de Katy Beltrán hacen una sorprendente aparición en medio de la fotografía colombiana actual. Justo ahora, cuando las tecnologías digitales han perfeccionado la técnica al punto de que es casi imposible cometer errores, o que los errores son programados -por filtros que rasgan, decoloran, granulan la imagen-, Beltrán ha regresado al cuarto oscuro con el fin de revivir el arcaico revelado analógico y los procedimientos surrealistas de la asociación libre, el objeto encontrado y las cualidades mágicas e irreales de la imagen solarizada.

Conceptual, espiritual, física, filosófica y políticamente, la artista se interesa por desarticular el consumo de las imágenes feminizadas, la cosificación, fragmentación y mutilación de los cuerpos: la obligación de tener esas piernas bonitas y esos ojos tan lindos. El uso de la sexualidad para vender prácticamente cualquier cosa.

Por medio de una revisión histórica de la imagen impresa de consumo masivo, en concreto revistas pornográficas y revistas para público femenino, Beltrán ha identificado en las primeras el lugar de la mujer como mascota -la criatura encamada que viste animal print-; y en las segundas, las obligaciones que se le imponen a las mujeres: tacones altos, maquillaje y enmascaramiento, y siempre ese algo que nunca se tiene pero que se puede comprar: un labial, una sombra, un accesorio.

Al interior del cuarto oscuro, metáfora del inconsciente, Katy Beltrán superpone y sobre expone dichas imágenes, explorando esta técnica accidental que descubrieran Man Ray y Lee Miller en París en los ya centenarios años 20: la solarización, esa particular combinación de negativo y positivo lograda mediante un súbito golpe de luz dado a la imagen aún sumergida en revelador, causando una combinación entre negativo y positivo, logrando que en la luz haya oscuridad, y que en la oscuridad haya luz.

Ese juego entre positivo y negativo no solamente es formal, es posible tomarlo en sentido literal, como oposición entre el bien y el mal. Sin embargo, a la artista no le interesa la moral. No estamos acá para juzgar la pornografía o el mundo de la moda. Por el contrario: el claroscuro del que emerge el brillo blanco plateado en el contorno de los cuerpos, propio de la solarización, es la línea cargada de electricidad que dibuja nuevos cuerpos, gorgonas bicéfalas, ninfas con varios brazos y piernas. Pareciera que es en el cuarto oscuro donde la mujer vuelve a fusionarse con los cuatro elementos -aire, fuego, tierra y agua-, que engendran de nuevo al mundo. Y de ese cuerpo que era inanimado, que fue maquillado, vendido y rematado, vapuleado y apedreado, de ese cuerpo en ruinas, emerge la congelada explosión del cuarzo y se fija en la noche la reluciente pantera del cielo.

SANTIAGO RUEDA

Curador e historiador de la fotografía en Colombia