Bibiana Vélez Covo
Bibiana Vélez Covo (1956) nació y creció en Cartagena de Indias, un panorama artístico vibrante que marcó su sensibilidad pictórica. Influenciada por maestros como Hernando Lemaître, Pierre Daguet, Enrique Grau y Alejandro Obregón, su mirada se nutrió del arte moderno y la pintura popular que inundaba la esfera pública de la ciudad.
En 1975 viajó a Bogotá para estudiar Psicología en la Universidad de los Andes, donde también tomó clases de dibujo con David Manzur y danza moderna con Irina Brechner. Su encuentro con la obra de Karel Appel y su visita al MoMA en 1979 —donde la impactaron los Nenúfares de Monet y La Danza de Matisse— consolidaron su vocación artística.
En 1980 se trasladó a París, ingresando a la Escuela Superior de Bellas Artes. Allí entró en contacto con el arte contemporáneo, identificándose con el expresionismo y la figuración libre de la época. Se interesó por el arte povera de Mario Merz y exploró el performance con Gina Pane.
De regreso a Colombia en 1983, realizó la instalación Inventario en el MAMC de Cartagena, utilizando objetos recogidos en la playa. En 1988 nació su hijo Pablo, y su obra Natividad fue bien recibida en la I Bienal del MAMBO. En 1999, alarmada por la contaminación marina, creó Mar de Leva, combinando video, instalación y pintura.
Entre 2000 y 2002 expuso en Europa con una muestra itinerante desde Portugal hasta Estambul. Luego se estableció en Valencia, España, donde redescubrió la obra de Picasso, Velázquez, El Greco, Goya y Sorolla, continuando su producción artística.
Además de pintura, ha trabajado en video, instalación, performance y arte relacional, integrando la danza a su expresión creativa. Ha sido reconocida con el primer premio en el XXXII Salón Nacional de Artistas y su obra forma parte de colecciones en museos de Colombia y otros países.
Como habitante del Caribe, en Cartagena de Indias, la artista percibe la inmensidad y la presencia total de la naturaleza a través del mar, que envuelve la vida y el mundo con su ritmo incesante. La conexión con esta «Madre Mar», como la denominan los Koguis, despertó en ella un profundo interés que se refleja en su obra pictórica. Así, continúa pintando mares con un horizonte curvo que sugiere la redondez del planeta.
Estas “Olas» representadas en un formato circular, constituyen una pintura caligráfica, gestual y enérgica, concebida como un acompañamiento del movimiento ascendente y descendente de las olas en el mar: un devenir constante. La obra, con trazos nítidos y firmes, está intencionadamente «manchada» por pegotes de plástico, un recordatorio de la contaminación que asfixia los océanos con toneladas de desechos plásticos. En este caso, los residuos utilizados provienen del propio proceso pictórico, integrándose como parte del discurso artístico.