Catalina Mora
Catalina Mora conceptualiza su trabajo partiendo de investigaciones sobre intereses que abarcan la historia del arte y el comportamiento psicosocial, indagando la angustia existencial; pone en juego las inevitables relaciones del devenir de la tecnología con la cotidianidad humana y atómica (natural-artificial). Se interesa por lo absurdo, por lo obsoleto y por la existencia de lo no-vivo, acontecimiento propio de las máquinas semióticas que materializa bajo el concepto de existir.
Las pesquisas acerca del comportamiento son una disculpa para plantear propuestas que confrontan la cotidianidad, lo intrascendente y lo anti-monumental, desarrollando máquinas robóticas obtusas que abordan procesos de emulación. Para la coexistencia biomecánica, ha realizado una serie de objetos robóticos autómatas desde el proyecto “Symbiosis”.
Cantos Sordos #1, #2 y #3
Objeto sonoro.
Dimensiones variables
© Casa Hoffmann 2024
Cantos sordos es una propuesta que recopila un gran archivo sonoro de los cantos de vaquería, patrimonio inmaterial de la humanidad. Una expresión única que exalta el lenguaje propio del llanero a partir de manifestaciones sonoras como silbidos, jadeos, llamados repetitivos y cantos que están relacionados con los quehaceres diarios para uno sobrevivir en un hato; el ordeño y el arreo. Entonces, el canto se convierte en un patrón de subsistencia que se basaba en una relación entre el hombre, el paisaje y el animal. El poder hacia el otro era atravesado por el canto, mejor dicho, el cuerpo era atravesado por la voz, era un encuentro y una necesidad de comunicarse con el animal para que obedeciera tanto en el corral como en la sabana; el animal doméstico elogiaba la vida cotidiana. Este canto, este juego de palabras se ha visto desvaneciendo por muchos años y en muchos lugares del llano, porque ya no existen las condiciones ideales para que se geste o se origine esa relación tan íntima entre el hombre, animal y el paisaje, y esto se debe por el cambio tan brusco de nuestro sistema económico en los últimos años, con la llegada del petróleo y las agroindustrias. Por esta razón, al entender esta relación tan estrecha entre el hombre, animal y el paisaje y al mismo tiempo la amenaza que la conlleva al olvido surge el deseo de recopilar ese gran archivo, para construir un paisaje sonoro e invitar al espectador a oír nuevamente su lenguaje, ese juego de palabras que ahora se les dificulta componer, pronunciar, jugar, escuchar y hasta recordar. Al mismo tiempo, esos movimientos de fatiga de mis máquinas las acompaña el agotamiento, no pueden marchar de manera constante porque se les dificulta respirar, aunque las máquinas hacen lo que no hemos podido hacer, permanecer en el espacio y resistir en el tiempo. Ellas nos permiten darnos cuenta de que somos individuos afectados por un territorio diluido por muchos años, y que estamos vivos para recordar quienes fuimos, de dónde éramos y hacia dónde queremos ir, para volver a reconstruir nuestra historia e identidad.